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Hay personas que van al cine a evadirse de los problemas cotidianos, y otros que no se sienten satisfechos si no hay algo de crítica social en la película que ven. El cine, como cualquier arte, se puede entender de muchas formas diferentes. Entre ellas, por supuesto, la de la pura diversión y el negocio. Cuando tienes una superproducción de cientos de millones entre manos lo que buscas es que llegue al mayor número de personas posible, a cuanto más público mejor. ¿Cómo se consigue esto? Perfeccionando la fórmula del taquillazo, y ofreciéndole al espectador medio lo que quiere, o al menos lo que le han vendido que debe querer. Para el cine de autor, las cosas son bien diferentes. Son películas con menor presupuesto, pero también con un público objetivo mucho más reducido. El problema es que cuando se enfrentan ambas producciones, el taquillazo suele comerse a las independientes.

La industria del cine está en constante transformación en todo el mundo. Las plataformas de streaming han hecho saltar por los aires las reglas del juego que mantenían las grandes productoras hasta ahora. Una producción de Netflix ya ha ganado el Oscar a Mejor Película, con un paso por los cines muy corto. Las productoras están empezando a seleccionar muy bien los proyectos que van a lanzar en la gran pantalla, porque entre la pandemia y el cambio de paradigma, llenar una sala es casi imposible. Salvo algunos pequeños milagros, como aquellas sagas bien asentadas entre el público o reboots de películas antiguas, la situación se está volviendo cada vez más complicada. Y lo peor es que en este intrincado mundo donde lo primero es el dinero, la visión del autor está dejando de importar tanto. Hasta el punto de que aquellos directores que se salen de la norma y quieren hacer sus películas a su manera suelen terminar casi desahuciados. El talento no brilla precisamente en las producciones millonarias, sino en las pequeñas películas que sorprenden a quienes apuestan todavía por el cine social. Es el caso de Albertina Carri, una de las directoras argentinas más especiales y singulares.

Una de las directoras argentinas más aclamadas

Carri nació en Buenos Aires en el año 1973 y quedó huérfana con solo cuatro años. Su padre era un popular sociólogo y ensayista argentino, y junto a su mujer, formaba parte de un colectivo que defendía la libertad a través de la cultura. En 1977, ambos fueron secuestrados y desaparecidos por la dictadura militar de Videla, quedando Albertina junto a sus hermanas al cuidado de sus abuelos. Allí creció, en el Barrio Norte de Buenos Aires, sin haber conocido demasiado a sus padres, desarrollando una gran habilidad para la escritura y el arte. Comenzó a estudiar la carrera de letras pero lo dejó, y se marchó incluso a París en busca de un muchacho del que se había enamorado. Tras casarse con él, se divorciaron solo un año después, y la joven volvió a Argentina para desarrollar su carrera dentro del mundo audiovisual. A día de hoy, Albertina puede presumir de ser una de las directoras nacionales más prestigiosas.

La polémica del corto sobre Barbie

Con 19 años, Carri comenzó a estudiar Guión en Buenos Aires, y acompañaba también a varios directores como camarógrafa o ayudante de dirección. Su ópera prima, No Quiero Volver a Casa, aparecería en el año 2000, y sería aplaudida en numerosos festivales de todo el mundo. Una carta de presentación que le valdría para llamar la atención sobre sus siguientes proyectos, cambiando totalmente el tercio. Y es que en Aurora, Carri toma el mundo de la animación  para adultos como una herramienta para contar una historia muy especial. Pero sin duda, el corto que más polémica levantó fue Barbie También Puede Estar Triste, lanzado en 2001, en el que utilizaba la técnica de stop motion con muñecos reales. Era un corto prácticamente pornográfico, con una visión muy diferente a la que nos suelen vender sobre la famosa muñeca de Mattel.

En esta película, Carri ubicaba a Barbie como una mujer desatendida a la cual su novio Ken no era capaz de satisfacer. Desesperada por tener que estar siempre alegre y contenta, por esa falsa realidad que mostraban en su rostro, decide iniciar una aventura sexual con la mucama, una mujer latina. Las dos descubren, de la manera más explícita posible, que el amor entre dos mujeres también puede llenarlas por completo. Y es así como Barbie se da cuenta de que la felicidad eterna no existe, pero se puede encontrar, de cuando en cuando, a través del  placer de romper las normas. El corto consiguió el Premio a Mejor Película en un festival neoyorkino y sirvió para adelantar algunos de los temas más interesantes que Carri llevaría a sus películas, como la igualdad LGTB+ o la necesidad de dar voz a las mujeres.

La fuerte denuncia social de su cine

El escándalo de aquel corto pornográfico con muñecos sirvió para poner a Carri en el punto de mira de muchos, para bien y para mal. El caso es que la joven ya tenía previsto el lanzamiento de su siguiente película, Los Rubios, con la que definitivamente se dio a conocer en todo el mundo. Era el relato de sus recuerdos, casi ya olvidados, sobre la desaparición de sus padres. La denuncia social que tiene el filme, que va de lo real a lo ficticio, se repite en Géminis, su tercer largo, con el que consigue llegar incluso al prestigioso Festival de Cannes. La denuncia social y de clase sigue muy presente en las historias que Albertina Carri quiere contar, a través de un activismo feroz que no quita un ápice de interés a sus películas.

En, la cineasta fundó Torta, una productora de temática lésbica junto a su esposa Marta Dillón. A través de esta empresa pudo producir tanto sus propias películas como la de otros directores y directoras, siempre en pos de la diversidad sexual y la libertad de elección. Su propia vida le ha servido, en numerosas ocasiones, como fuente de inspiración para las películas, tanto por su condición de chica lesbiana como por ser huérfana de padres desaparecidos. Inconformista y rebelde por naturaleza, Carri también ha coqueteado con el teatro y con las instalaciones audiovisuales, buscando nuevos retos y formas de expresión. Con Las Hijas del Fuego, su última producción, volvió por los fueros de la denuncia, mostrando además una visión de la sexualidad femenina inédita, con escenas muy explícitas.

Premios y consideraciones

A lo largo de sus veinte años de carrera, Carri ha conseguido numerosos premios y reconocimientos. Desde sus primeros largometrajes hasta los últimos, ha sido premiada en Sundance, La Habana, Transilvania o Huelva,  y ha participado en los festivales más importantes de todo el planeta. Con un estilo único y muy especial, Carri está considerada como una de las cineastas con mayor proyección de toda Argentina, aunque es cierto que se nota la madurez que ya ha dotado a sus trabajos, ahora que se acerca al medio siglo. Siempre combativa, su cine tal vez no inunde las salas como lo hacen Marvel o DC, pero es cierto que se agradece encontrar a mujeres concentradas en crear arte a través de experiencias sensibles.